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Qué piensa tu cuerpo sobre ti cuando no cenas o no desayunas

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En multitud de ocasiones, te habrás encontrado con personas que aseguran que quieren adelgazar más o menos rápidamente, y que para ello, aseguran a los cuatro vientos que no desayunan y/o no cenan. También muy habitualmente están los que sacan pecho y cuentan que sólo desayunan un café, “porque no les da tiempo” o los que sólo cenan un yogurt, porque es que si se van a acostar y hacen una cena muy copiosa, acumularán todas esas calorías que ingieran.

Pues bien, después de 14 años realizando ejercicio muy frecuentemente, practicando fitness, crossfit y fisioculturismo a nivel amateur, te puedo asegurar que todas estas afirmaciones son totalmente falsas. Es más, te puedo asegurar que todas las personas que pregonan estos “trucos” a los cuatro vientos para perder peso, hablan sin asesoramiento técnico de ningún tipo.

Y es que, como en casi todo, tenemos que aplicar la psicología para sacar conclusiones en claro del funcionamiento que sigue tu cerebro a la hora de gestionar lo que comes. Como no soy médico, nutricionista, ni biólogo, al igual que tú, te lo explicaré de manera sencilla y sin tecnicismos.

Lo primero que te pido es que tomes a tu cuerpo como alguien racional y con inteligencia, que piensa y saca sus propias conclusiones de las señales que le mandas en forma de “alimentos que ingieres” a unas determinadas horas. Otra idea que debes tener en la cabeza es que tu cuerpo está prediseñado únicamente para sobrevivir, no para “transformarse” (adelgazar o engordar). Además, debes tener claro que, para el buen funcionamiento de tu organismo, éste debe estar todo el día quemando calorías.

Pongamos que has pasado el día entero haciendo tus comidas habituales, en las que has incluido alimentos con nutrientes de los 3 grandes grupos (proteínas, hidratos de carbono y grasas) y llega la cena. Tienes la brillante idea de pensar, como hemos comentado antes: “si ceno poco a nada será mejor, ya que me voy a ir a la cama y lo que cene, por tanto, no lo voy a quemar”. Seguidamente duermes tus 8 horas, te levantas y desayunas igualmente poco o nada porque no tengas tiempo y tengas que ir a trabajar o simplemente porque no sea costumbre en ti realizar un desayuno abundante.

Ya en este momento le estás enviando señales a tu cuerpo de que debe estar prevenido, ya que esta barbaridad que acabas de llevar a cabo se puede volver a repetir… Continúas el día, comiendo con normalidad el resto de comidas que sí consideras importantes y llega de nuevo la cena. Avalándote en la hipótesis anterior, apenas cenas, te acuestas y al levantarte repites el procedimiento sucesivamente un día tras otro.

Aquí llega la clave. Tu cuerpo, que visto lo visto, es mucho más inteligente que tú, llega a la siguiente conclusión: como desde la última comida “normal” que hice, que fue la merienda, casi que no me van a introducir más nutrientes para realizar mis funciones principales hasta casi el almuerzo del día siguiente (ya que el desayuno tampoco será gran cosa), tomo la decisión de almacenar como reservas todos los nutritientes que me introduzcan en el almuerzo, merienda y “tapitas”, para poder sobrevivir a todas las horas que pasen desde la hora de cenar, hasta el almuerzo del día siguiente, que será cuando no me volverán a “echar gasolina”.

Esta “decisión de almacenar” es la explicación de que sin hacer apenas desayuno y cena, cada día nos vemos que ganamos más kilos en forma de barriguita y michelines, que se traducen en grasa.

En definitiva, si tratas de esta manera a tu cuerpo, éste se termina comportando como si estuviera en una isla desierta: almacena cada día un poco de grasa, porque sabe que se avecinan durante el día muchas horas en las que no vas a introducirle ningún nutriente. Por eso, yo recomiendo no hacer una o dos comidas copiosas al día y en las demás comidas comer muy poco o nada, sino repartir lo que comas en 5 ó 6 comidas ligeras al día, para que tu cuerpo esté continuamente quemando calorías y que no se vea en ningún momento con déficit de ningún nutriente básico.Espero con estos consejos haberte ayudado a que eduques a tu cuerpo, ya que también piensa por sí sólo y lo único que pretende es sobrevivir. Ya sabes, “Mens Sana in Corpore Sano”.

Redacción

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